Cita Bíblica: Salmo 84
Cada vez que anhelamos algo y lo alcanzamos el regocijo que nos invade
es tremendo, pero si recordamos esa etapa preliminar, es decir el
anhelo como tal, tenemos que reconocer que lo único que sentimos es una
profunda ansiedad, en realidad uno siente que necesita alcanzar tal o
cual cosa, que no puede estar sin ello y todo lo que uno hace es en
procura de alcanzar aquello tan anhelado.
Hoy le invito a que juntos meditemos en este Salmo, donde el salmista
reconoce que las moradas (la habitación) de Dios, son deliciosas, que
no puede vivir por fuera de ellas y que lo que más desea en realidad en
ese momento es estar junto a Él. El Salmista en vr.2 hace alusión a los
atrios del Señor y como su corazón y hasta su carne se ponen de acuerdo
para cantar al Dios vivo. De ahí la importancia de congregarse, porque
es el anhelo del alma y del espíritu, para llenarse de la dulce
presencia de nuestro Salvador.
Cuando tenemos la oportunidad de ir a congregarnos, como uno solo, con
un sólo anhelo ardiente en nuestro corazón, de poder estar en el templo
de mi Dios, sentimos que en realidad nuestra vida tiene sentido, hay
una razón de ser en cada cosa que hacemos, vibramos ante la expectativa
de qué aprenderemos hoy, de qué recibiremos hoy. Es una felicidad muy
grande cuando podemos levantar canciones al Señor, al hacerlo junto a
nuestros hermanos se forma una armonía de voces, a tal punto que uno
siente literalmente que la piel se eriza, que el corazón late con más
fuerza, en muchas oportunidades las lágrimas salen a borbotones, esa es
la hermosa presencia de nuestro Amado Dios, que al tocar nuestro
espíritu su divina presencia, se quebranta, no aguanta, porque Él es
todo santidad y nosotros pecadores.
Dichoso es aquel que ha depositado en Dios, todo su ser. Vr.5-7. El
hombre que logra confiar en Dios, a tal punto que sabe que sus fuerzas
están en el Señor y aunque tenga que atravesar por angustias y
dificultades –el valle de lágrimas-el Señor siempre le ayudará y nunca
lo va a desamparar, sino que por el contrario siempre saldrán
victoriosos.
Esta es la sensación que he tenido en muchas oportunidades, por eso
siento que Dios es mi fortaleza y no lo dudo para nada, en realidad es
para mi muy claro que el Señor es mi escudo y que Dios permanentemente
me mira Vr.9, es de la única forma que puedo experimentar gozo, en
medio de temores y angustia; paz en medio de dificultades y problemas,
ese es mi precioso Señor.
No cambio por nada, el hecho de poder congregarme. Vr.10-11. Para mi
desde que recibí a Cristo en el Corazón, ha sido muy especial e
importante el poder congregarme, no puedo cambiar mi alegría de estar
en compañía de los demás santos de la Congregación, porque es ahí como
dice el Señor, que Él envía salvación y vida eterna (Sal.133:3b),
entonces no hacerlo, hace que me pierda de tremendas bendiciones y
obviamente de enseñanzas muy importantes para mi crecimiento espiritual.
Finalmente, el hecho de confiar en Dios nos asegura felicidad,
prosperidad y una vida plena llena de armonía. Nunca podemos dudar de
ello, es lo que nos hace estar vitales, llenos de alegría y nos
garantiza que el anhelo por la casa de Dios, nunca debe menguar en
nuestras vidas, porque es como privarnos de una felicidad y un gran
acontecimiento.
Oremos a Dios, que nunca olvidemos que en Dios es que podemos hacer
proezas, que es el Señor el único que nos puede saciar y que sólo en su
presencia somos dichosos.